(Publicado en Gestión, 27.04.2011) La administración económica entrante tendrá una tarea complicada relacionada a la perspectiva futura de la inflación. A continuación, referiré los orígenes y la mayor probabilidad de políticas de ajuste futuras, si se sigue insistiendo en acciones limitadas en su eficacia para enfrentar el problema.
Al mes de marzo, la inflación de los últimos 12 meses es de 2.66%, esto es bastante cercano al tope de 3% establecido como meta de inflación del BCRP (incluso ya en el primer trimestre la inflación acumulada anda por 1.48%). Como dato adicional, en términos anualizados, a marzo la inflación subyacente es de 2.41%. A qué responde esta marcada dinámica de los precios y sobre todo cuáles serían las perspectivas en el segundo semestre del año.
Sobre lo primero, qué duda cabe de que el Perú ha comenzado a afrontar un choque de oferta adverso sustentado en las continuas alzas en el precio en el mercado spot y de futuros de insumos como el maíz, trigo y soya, alzas que en mi opinión podrían darse por más tiempo. Varios factores explicarían ello: la mayor demanda de países como China e India, factores climatológicos adversos, uso de commodities por especuladores ante la debilidad del dólar y además porque en la coyuntura actual, con un precio del petróleo por encima de los US$ 108 el barril, se incentiva a la producción de sustitutos como los biocombustibles, con lo cual la superficie destinada a cultivos alimentarios para consumo humano se reduce, impulsando los precios de estos por la menor oferta de alimentos.
Además, las actuales presiones inflacionarias se sustentan en la expansión de la demanda agregada, al haber el MEF reducido, meses atrás, impuestos -un punto del IGV y la casi eliminación del ITF-, inyectado en la economía en términos anualizados un equivalente a S/. 2,900 millones en la forma de un mayor ingreso disponible (sobre todo el de los empresarios que no trasladaron la reducción del IGV a los precios al consumidor) el cual propulsa el consumo y la demanda interna. Ya en anteriores entregas me referí a lo contraproducente de esta decisión de reducir impuestos cuando el consumo e inversión privada venían creciendo con buena viada.
La política fiscal expansiva se aplica cuando se requiriere impulsar el consumo y la demanda; entonces estas desacertadas decisiones nos pasan factura hoy puesto que al exacerbar el aumento de la demanda se impulsa aún más la dinámica de los precios internos.
Y qué del Banco Central. Siendo conscientes de la necesidad de enviar señales claras a fin de ordenar las expectativas de los agentes y que estas sean consistentes con la meta inflacionaria establecida (2% más menos 1), desde junio del año pasado se incrementó la tasa de interés de referencia llevándola del 1.25% al 4% actual. Del mismo modo, desde julio del 2010 el encaje marginal en soles lo incrementó del 12% al 25%, el de dólares de 35% a 55%, y para limitar la entrada de capitales de corto plazo, las líneas de crédito de corto plazo hoy tienen un encaje del 60%.
El tema es que no obstante las acciones adoptadas al mes de marzo, la tasa de expansión anualizada de los créditos en soles y sobre todo en dólares anda por el 21%, manteniendo una tendencia creciente en el caso del crédito en dólares iniciada en enero del 2010. Obviamente, esta sostenida expansión del crédito es un factor importante de la dinámica actual de la demanda interna, la inversión y el consumo privados y creo que hasta que esta expansión se modere, las persistentes presiones inflacionarias por el lado de la demanda se constituirán en un problema a heredar a la siguiente administración económica del país. Al respecto, dicho sea de paso, sería útil explorar qué tan cierto es que hoy los bancos comerciales están -vía colocaciones de papeles en el exterior- eludiendo así la limitación a la entrada de capitales de corto plazo que el BCRP desarrolla vía encajes a las líneas de corto plazo. Si las cosas siguen así, sin duda que el ajustón lo tendrá que hacer la administración entrante, cuando perfectamente en una suerte de soft landing de la dinámica crediticia por parte de la actual administración, podría moderar su crecimiento. Esta provocada desaceleración de la expansión crediticia implicará tasas más moderadas de expansión del producto. Esto no debiese ser un desincentivo cuando la prudencia macroeconómica es lo más aconsejable.