Cuando el Banco Central (BCRP) implementó el sistema de metas de inflación en 2002, la meta para el incremento del índice de precios al consumidor fijada por el Directorio, del cual formamos parte entre 2001 y 2006, fue de 2.5% anual, con un rango +-1, así el rango meta quedo establecido entre 1.5% anual y 3.5% anual. Al inaugurarse el segundo gobierno de Alan García, que traía consigo el pecado mortal de la hiperinflación de fines de los ochenta, un nuevo Directorio del BCRP tomo la decisión de reducir, a partir del 2007, la meta de inflación a 2% anual con un rango +-1 anual. Era una absolución política.
Esa decisión fue un error. Y es en una coyuntura como la actual, de mayores presiones inflacionarias generadas por choques de oferta como el alza actual del tipo de cambio, donde el BCRP puede hacer muy poco si no tiene suficientes reservas de divisas, es cuando se hace más evidente el error cometido.
Entre enero de 2002 y diciembre de 2006, la inflación últimos 12 meses estuvo fuera del rango meta durante un 43% del periodo. Entre enero de 2007 y diciembre de 2015, la inflación estuvo fuera del rango meta un 69% del tiempo, más de dos tercios del periodo. Entre 2014-15, la inflación estuvo fuera del rango meta el 87% del periodo. Si la meta de inflación no se hubiese bajado, la inflación habría estado fuera del rango meta solo un 50% del periodo 2007-15.
La idea básica del esquema de metas de inflación es anclar las expectativas inflacionarias del público, tal que las decisiones de precios de los agentes, consideren que la inflación futura estará dentro del rango meta establecido. Y esto solo se puede lograr, si la meta de inflación se cumple la mayor parte del tiempo durante un periodo prolongado. Si la meta de inflación se incumple con mucha frecuencia, el público dejara de confiar en el banco central y las expectativas de inflación se situaran fuera del rango meta. Así, que una meta de inflación más baja es peor que una meta de inflación más alta si su grado de incumplimiento es mucho mayor, simplemente porque no consigue anclar las expectativas inflacionarias del público. Es decir, se logra exactamente lo opuesto a lo que se busca bajando la meta de inflación.
Sobre las justificaciones
Las justificaciones del BCRP fueron diversas. Una inflación baja contribuye a la desdolarización de las transacciones y ahorro reduciéndose la vulnerabilidad asociada a la dolarización financiera de la economía, mejorando la transmisión y eficiencia de la política monetaria. También promueve el desarrollo del mercado de capitales y el fomento del ahorro en soles.. Como se igualaría la inflación local con la inflación externa, el Sol no se depreciaría respecto a otras monedas (por ejemplo, el dólar) en el largo plazo. Se señala que una meta de inflación de 2% anual es utilizada por bancos centrales exitosos en mantener las expectativas de inflación bajo control, como el de Estados Unidos, el de Europa, el de Canadá, el de Inglaterra, etc. Por último, se afirma que la credibilidad generada por el BCRP en el control de la inflación permite instaurar una meta de inflación más baja del 2% anual.
Estos argumentos olvidan que el tipo de cambio es una influencia fundamental sobre la inflación en la economía peruana. Como muestra la historia, el precio del dólar cae en las épocas de vacas gordas, cuando suben los precios de las materias primas que exportamos, y se eleva en las épocas de vacas flacas, cuando se desploman los precios de las materias primas. Y como la evidencia recientemente demuestra, el impacto del tipo de cambio sobre la inflación es mayor cuando el dólar sube. Este olvido es fundamental. La meta de inflación en la economía peruana debe ser tal que se pueda cumplir no solo en las épocas de vacas gordas con tipo de cambio a la baja sino también en las épocas de vacas flacas con tipo de cambio al alza.
Y eso es lo que pasa hoy, cuando el BCRP poco puede hacer frente a choques de oferta como un dólar al alza que encarece la electricidad, porque su precio esta indexado al tipo de cambio, que aminora el impacto de la baja mundial del precio de los combustibles y que eleva los costos de producción del pollo y otros bienes, o como la sequía asociada a El Niño, que reduce la oferta de papas y eleva su precio.
Esto, no solo afecta la credibilidad del BCRP sino que también lo fuerza a incrementar la tasa de interés de referencia para enfriar la economía urbana, justo cuando esta ingresa a su tercer año consecutivo de desaceleración. ¿O es que acaso todo esto es una ilusión? Y lo único real es que en el año 2007 se produjo un cambio estructural en los determinantes fundamentales de la formación de precios de nuestra economía?
Si recuerdo correctamente, en el año 2007 hubo una crisis internacional de precios de petróleo con una subida muy marcada seguida en el 2008 de una caída estrepitosa magnificada por la crisis financiera provocada por la corrupción bancaria estadounidense de los préstamos hipotecarios sub prime que siguieron siendo «securitizados» por Fannie Mae, Ginnie Mae y Freddie Mac, hasta que reventó la burbuja con efectos mundiales que causaron la quiebra hasta de Islandia pasando por los principales «bancos-broker dealers» liberados destructivamente al mercado bancario tradicional como tigres hambrientos por la dilución del «Glass-Steagle Act» de los EE.UU. en los años 80 y 90 a pesar de la significativa oposicón de la industria de seguros -ver «La Gran Apuesta». Eso tiene que haber cambiado el chip de la economía peruana.