Un asunto que debe quedar evidenciado es que a mayor apertura de un país a la economía internacional mayores son los vasos comunicantes con esta y, por tanto, los eventos que implican a la economía más grande del mundo como China (PBI US$ 25.313 billones en el 2018 medidos a paridad de poder adquisitivo por el FMI) tienen repercusiones mucho más rápidas y efectos más directos sobre en economías de creciente apertura como la nuestra. Veamos algunas evidencias.
China que se enfría
Hay una serie de indicios indicativos de la desaceleración del coloso asiático, mayor a lo inicialmente previsto por el FMI y el BM, y ello terminará pegando adversamente al crecimiento de nuestra economía. En el caso del FMI, en el World Economic Outlook de octubre pasado, disminuyó su pronóstico de crecimiento chino para este año de 6.4% a 6.2%, con futuras revisiones a la baja. Lo nuevo es cuánto afectará a la dinámica del crecimiento chino un no previsto reinicio de la guerra comercial con EE.UU., que comentaremos luego.
La sola inminencia del reinicio de la tensión comercial afecta adversamente –vía expectativas– al PBI manufacturero chino y con ello la demanda por metales como el cobre, cuyo precio viene cayendo desde abril, y así tenemos que este llega en la semana del 8 al 15 de mayo a US$ 2.72, evidenciándose una tendencia descendente iniciada un año atrás.
Una tendencia descendente del precio del cobre, en promedio, implica menos utilidades para las firmas mineras, afectándose negativamente la confianza empresarial y la inversión privada; con la resultante menor entrada de dólares y presiones devaluatorias sobre el sol. Demás está decir que menores utilidades implican menos Impuesto a la Renta y menos canon minero, afectándose en suma el riesgo país también.
Guerra comercial entre EE.UU.-China
La reciente reanudación de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China se dio el primer fin de semana de mayo, cuando el presidente Trump anunció aumentos de aranceles a productos ya gravados por US$ 200,000 millones y no gravados por US$ 325,000 millones. El alza de aranceles se dio 10% a 25% en productos gravados, y anunciando alzas de aranceles del 25% sobre los US$ 325,000 millones restantes. La cereza en el helado para visibilizar la guerra comercial es el anuncio del domingo último cuando, producto de la inclusión de Huawei en una lista negra comercial que no permite que la empresa tenga acuerdos comerciales con empresas estadounidenses, Google señala que Huawei no podrá seguir usando el sistema Android original. Con todo esto las represalias chinas no se harán esperar. El tema es que una seguidilla de medidas adicionales ha incrementado la aversión al riesgo y ha afectado la estabilidad de precios de commodities. Es claro que los menores flujos comerciales resultantes generan menos oferta de dólares y así nuevas presiones devaluatorias en monedas de emergentes como el sol.
Dados estos adversos vientos externos, se necesita una sostenida mayor ejecución de la inversión pública puesto que, según el MEF, la expansión prevista de esta en 4.5% adicionaría en 0.3 puntos al PBI, la ocurrencia de este factor resulta indispensable para crecer este año en 3.5%; pues por ahora está muy difícil un acuerdo entre EE.UU. y China. Al final, lo descrito no son cuentos chinos, son hechos bien reales y debiera ser motivo de atención para los responsables de la política macroeconómica hoy.