Comenzamos este 2020 con apremios de diversos alcances. Desde aquellos que en las recientes fiestas de fin de año en materia de gasto asumían contar con una suerte de un largo bolsillo de payaso, farreándose el salario, gratificación y hasta la línea de crédito, y hoy ven con lejanía (y angustia) el ansiado cobro de fin de mes para comenzar a pagar. Pero también hay otros apremios más colectivos, como enfrentar este año a nivel país, con eventos económicos y políticos que definen un entorno de difícil pronóstico.
Veamos el largo plazo. Por el lado de la economía, el PBI potencial nos permite crecer anualmente 3.8%; definiendo el tope de crecimiento anual al que hoy podríamos aspirar. Entonces, en el mejor de los casos, si se incrementasen los componentes de la demanda exactamente en línea con la última proyección del Reporte de Inflación de diciembre del BCRP: consumo privado 3.7%, consumo público 2.5%, inversión privada 4.5%, inversión pública 5%, exportaciones e importaciones en 5.6%, respectivamente. De darse esta positiva alineación de los astros, se originaría justamente una expansión resultante en la actividad económica de 3.8%.
Por otro lado, una probable desaceleración de la economía estadounidense de 2% a 1.9% podrá implicar que la Fed, al bajar la tasa de interés, termine generando presiones revaluatorias sobre el tipo de cambio, contraponiéndose a los efectos anteriores sobre el precio interno del dólar. Cabe destacar que adicionalmente, tras la muerte reciente de un popular dirigente y general iraní, se ha abierto una caja de Pandora de rechazo, con amenazas de respuestas violentas, con efectos adversos sobre la producción de bienes y servicios, y presiones adversas sobre el precio del petróleo. A estos factores exógenos adversos debemos sumar una aún regresiva distribución del ingreso – definida como desigualdad vertical– con un Gini de 0.43; sumada a una marcada desigualdad horizontal, que se refleja en la forma diferenciada de trato con los demás según condición socioeconómica y/o racial.
En línea con factores políticos, por lado interno, ninguna agrupación política en el nuevo Congreso tendrá mayoría absoluta, aparte de estar muy vigilante de alianzas a darse, pero creo que de la performance individual de estas bancadas dependerá la suma o resta de simpatías de los electores a los candidatos presidenciales y listas congresales, que se presentarán también a las elecciones generales del 2021. Ello se aplica –ser responsables– a las agrupaciones con opción. Desde ellas, sí vendrá mucho obstruccionismo, pataleta y circo, desde febrero, por parte de agrupaciones que aliadas controlaron el último Congreso defenestrado por el presidente Vizcarra. Ojo que un tema central para la gobernabilidad al 2021 dependerá del profesionalismo de la Comisión de Constitución del Congreso por elegirse, al calificar el grado de constitucionalidad de los decretos de urgencia emitidos por la administración del actual Gobierno, donde no pocos de ellos, ya reglamentados, están en plena aplicación.
Factores económicos coyunturales, definidos por los componentes de la demanda; parto de la suposición de que para dinamizar esta se potenciará Conecta MEF para la asistencia técnica en cuanto a gestión presupuestal (de pasadita se avanza más rápido con el Programa de Reconstrucción con Cambios del cual, en parte, depende el Producto Potencial); y cuento con la seguridad de que nuestras autoridades económicas nos explicarán próximamente sobre el cómo se hará para que la inversión privada crezca en 3.2% y la pública crezca de -0.5 a 5.5% entre el 2019 y el 2020, respectivamente. Un 2020 con múltiples retos, sin duda.