¿Finanzas vs. economía?

Imagen1En el 2002, el directorio del BCRP decidió que se opte para fines de política monetaria por el esquema de Metas Explícitas de Inflación (MEI), siendo el objetivo central que la inflación efectiva anualizada se ubique dentro del rango anunciado por el ente emisor alrededor de la meta inflacionaria. Y si bien ello ordena expectativas inflacionarias, elemento funcional a la estabilidad monetaria, también es importante evaluar los factores que explicaría  hoy el logro de este objetivo y sus implicancias económicas; y así realizar un balance más integral de nuestra situación económica actual.

La actual meta inflacionaria es de 2% anual con un rango de +- 1. Es importante que se cumpla este anuncio porque con ello se anclan las expectativas de variaciones de precios de los agentes económicos dentro del rango y de esta forma los precios relativos son menos volátiles; logrado ello, la teoría económica nos dice que las decisiones de los agentes económicos son más eficientes. Cabe señalar que desde la implementación del MEI la meta de inflación fue de 2.5% y luego en el 2007 se redujo al 2%. Esta reducción de la meta, en mi opinión, fue un error, en tanto se hizo al margen de cambios en los fundamentos macro que justificaran esta reducción. Y ello trajo consigo que por más meses la inflación efectiva estuviera por fuera del rango afectando –por lo menos temporalmente– la credibilidad del banco central.

Según el programa monetario de enero del BCRP, anualizadamente la inflación estará en el rango inferior de la meta, esto es entre 2% y 1% en el horizonte de proyección, pero esta baja inflación actual respondería a varios factores que no necesariamente son óptimos en términos de la actividad económica.

Así, observamos una desacelerada expansión de la demanda interna, que se refuerza por los múltiples indicios asociados al débil gasto agregado. Es así que la inflación de enero fue casi inexistente: 0.05%, con lo cual la tasa interanual a enero del 2020 fue 1.89%, debajo de la meta. Otro factor explicativo de la baja inflación responde al hecho de que las expectativas a doce meses se mantienen en alrededor de 2.23% en enero. Adicionalmente, resulta difícil revertir las conservadoras expectativas dada la desaceleración de la dinámica del PBI el año pasado, en general, y de la inversión pública, en particular. Adicionalmente, las expectativas empresariales al mes de enero se mantuvieron más o menos parecidas a las de diciembre, mientras que los indicadores de gasto de capital nos lleva a un marginal avance en el cierre de la brecha de infraestructura del país estimada en S/ 363,000 millones; avance lento que afecta nuestro producto potencial.

Y por si fuera poco, nuevos factores externos más allá del desaceleramiento de la economía mundial pintan feo el contexto internacional: posibles efectos económicos derivados de la pandemia desatada por el coronavirus en China, que podría limitar fuertemente el turismo hacia y desde dicho país (en el 2018 turistas en China gastaron US$ 76,400 millones).

De lo descrito se desprende que con un mejor ritmo de ejecución presupuestal, al presionar la demanda, se reactivaría el PBI, cosa que podría funcionar al principio, pero hay que dar sostenibilidad y eso implica reducción de procesos en ejecución presupuestal, ampliar al 2025 la meta del déficit fiscal a 1%, ser más activos en la gestión sobre todo de pasivos financieros. Todas estas acciones podrían generar algo más de inflación, pero siempre dentro del rango establecido por el BCRP, a cambio de un poco más de demanda y crecimiento. Al final es una decisión mirando más a la economía que a las finanzas.

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