El miércoles pasado la agencia calificadora Moody’s redujo la calificación crediticia del Perú en moneda local y extranjera desde A3 a ‘Baa1’, adicionalmente la perspectiva de la calificación, fue cambiada de negativa a estable. Miremos que implicaciones -sin exagerar- tienen estos hechos a continuación.
La calificadora refiere para justificar su decisión, que un contexto y riesgo político fragmentado e incrementado respectivamente, ha debilitado la capacidad de formulación de políticas públicas, afectando negativamente la confianza de los inversores y la fortaleza económica del Perú. Si a ello, le sumamos una aún pendiente especificación de la política gubernamental sectorial para los próximos años, pleitos entre Poder Legislativo y Poder Ejecutivo, un cuasi permanente contexto crispado entre medios de comunicación y la clase política, etc.; todo lo referido explica la incertidumbre actual. «Recientemente, la percepción de falta de claridad sobre las políticas del nuevo gobierno, los controvertidos nombramientos del gabinete de ministros, las tensiones entre el poder Ejecutivo y Legislativo, y las crecientes tensiones dentro del partido gobernante, han subrayado varios riesgos para la gobernabilidad, la efectividad de las políticas y la credibilidad», señaló Moody´s. Y para poner la cereza en el helado, se anuncia revisiones a la baja en las proyecciones de crecimiento del PBI y de la inversión privada.
Frente a este difícil contexto, hay buenas nuevas también; como el efecto favorable sobre las expectativas del anunciado Plan de Consolidación Fiscal propuesto por el MEF, donde en el escenario base se refiere que la deuda pública se mantendrá por debajo del 40% del PBI, llegando a un máximo de 37.4% en el 2023 según también el Marco Macroeconómico Multianual 2022-2025 iniciándose luego una senda descendente de la ratio Deuda Publica/PBI.
Sobre los efectos de la reducción de la calificación crediticia, tengo la sensación, que ha habido algo de tremendismo en algunas opiniones sobre la magnitud de dichos efectos, sesgo que podría explicarse en parte por no considerar antecedentes importantes: Se obvia el que no se gestó esta decisión de la calificadora en el último mes, sino que ya era más o menos previsible por los mercados, (el “también viene”) tanto por la reducción de la Perspectiva a negativa en mayo por parte de Moodys´,como también por no considerar que a pesar de la rebaja en la calificación, aun actualmente nos situamos al mismo nivel de calificación que nos otorga Fitch y S&P.
Adicionalmente, pareciera no considerarse que a pesar de la rebaja en la calificación de A3 a baa1 nos mantenemos aún como emisores en la categoría Grado de Inversión, a 2 niveles aún por encima del límite inferior en esta categoría. ¿Hay algún cambio sorpresivo y sustantivo? Cabe mencionar que la moderación en el encarecimiento del crédito también respondería a la decisión de Moody´s de cambiar la Perspectiva de negativa a estable, basada en la confianza de sostener un alto grado de fortaleza fiscal y resiliencia económica del Perú en relación a sus pares en la región, asumiendo además que las acciones futuras del gobierno serán consistentes con una senda de consolidación fiscal propuesta por el MEF.
En suma, el downgrade de la calificación crediticia es una mala nueva para el país, qué duda cabe, pero no debemos caer en el extremismo sobre la magnitud cuantitativa de sus efectos. El reto al final, es revertir los factores adversos generadores de incertidumbre y así evitar nuevas rebajas en las calificaciones crediticias. Optar por el tremendismo no ayuda.